Nadie esperaba
el fin de la Guerra Fría. En realidad, se había producido un acostumbramiento a la división del mundo en dos bloques, a la inseguridad, a la amenaza nuclear. Cuando se produjo el
hundimiento interno del bloque comunista en 1989, la sensación predominante fue de optimismo, que se vio reforzado con la
ola democratizadora que se extendió por Europa, América latina y África. La represión que acabó con el movimiento reformista chino en la plaza de Tian'anmen pareció, simplemente, un pequeño accidente temporal. Y la Guerra del Golfo, el desmán de un dictador al que la comunidad internacional le aplicó el debido correctivo. Y sin embargo...
El atentado de las torres gemelas de Nueva York arrumbó definitivamente este paréntesis de optimismo. Un nuevo terrorismo de carácter
fundamentalista afectó a Occidente, y el miedo que provocó hizo perder de vista el hecho de que la inmensa mayoría de sus víctimas procedían (y desde años atrás) de las mismas sociedades musulmanas a las que intentaban dominar y a las que querían imponer su particular cosmovisión política y cultural: el paralelismo con los totalitarismos del siglo XX es total.
Se fue consciente del inicio de
una nueva etapa histórica, con nuevos peligros a los que responder con nuevas estrategias (de las que todavía no se disponía). Quizás por ello la nueva sensación dominante fue de incertidumbre: el desconocimiento del origen de los problemas, la imposibilidad de adelantarse a los acontecimientos. Es lo contrario de lo que ocurría durante la Guerra Fría, cuando se podían prever las reacciones del bloque contrario a las propias acciones (en realidad eran semejantes).
Y en 2008 otro fenómeno comenzó a actuar. El estallido de la grave y prolongada
crisis económica dificultó aún más la gestión de la sociedad humana, cada vez más globalizada, y al mismo tiempo más dividida. Los países desarrollados fueron los que relativamente sufrieron más los embates de la recesión, y creció la amenaza de estallidos sociales. Y en esta situación, aumentaron los sectores que cuestionaron la pertinencia del propio sistema político y económico.
Por ello, se difundieron propuestas de soluciones simples a los problemas complejos del mundo actual, a veces con éxito: es el
auge de los populismos, diversos y contradictorios entre sí: sus
recetas y soluciones más o menos mágicas pueden ser nacionalistas o imperialistas, individualistas o colectivistas, de derechas, de izquierdas, de centro..., pero siempre con un
predominio de lo emocional sobre lo racional. Quizás por ello no se advierte la aparición de nuevas ideologías que sustituyan a las que han articulado el devenir de la Edad Contemporánea.
Freedom House publica todas los años un informe sobre el estado de la libertad en el mundo. Puedes leer y descargar el último (del que procede el siguiente mapa) pulsando
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