Vamos a dedicar las próximas semanas a observar con cierto detenimiento algunas de las primeras grandes civilizaciones de la Humanidad, y especialmente Egipto y Mesopotamia.
Para comenzar, aquí tienes los materiales básicos.
Presentaciones
Actividades
En este nuevo bloque iremos anotando sucesivamente las actividades a realizar en el Cuaderno. No olvides copiar el enunciado tras el número de la actividad. ¡Es importante llevarlas al día! Ya puedes comenzar rotulando el título del bloque, y a continuación lo que se ha indicado en clase:
- Mapa general de las civilizaciones mundiales más antiguas. Recorta, pega, colorea y rotula. Debes consultar el Atlas Histórico.
- Características generales de dichas civilizaciones más antiguas. Las puedes copiar de la pantalla octava de la primera presentación.
- Mapa de Mesopotamia. Recorta, pega, colorea y rotula. Debes consultar el Atlas Histórico.
- En la pantalla novena de la segunda presentación tienes la traducción de varias leyes del famosísimo Código de Hammurabi. Escoge la que te resulte más sugestiva, cópiala en el Cuaderno, y coméntala. ¿Por qué piensas que se establece esa pena para ese delito? ¿Te parece que de este modo se hace justicia? ¿Tiene que ver con la conocida ley del talión? (si no sabes lo que es, averígualo).
- Dibuja un zigurat y escribe una breve descripción: qué utilidad tenía, cómo se construía y con qué materiales, cuáles son sus partes…
- Con ayuda del alfabeto de Ugarit (pantalla 24 de la presentación de Mesopotamia), transcribe en signos cuneiformes el siguiente texto: «Si hay una palabra más, anúlala y tírala al mar», seguido por tu nombre y apellidos (esto último puede ser más difícil...)
- Resumen y comentario de los dos textos de Un Instituto de la antigua Mesopotamia.
- Mapa de Egipto. Recorta, pega, colorea y rotula. Consulta la presentación de Egipto, o el Atlas Histórico.
- Dibuja e indica el nombre de los principales símbolos del faraón. Intenta no olvidar ninguno (en la presentación y en el libro puede faltar alguno...)
- Realiza un esquema de los diferentes grupos sociales de la sociedad egipcia. Puedes inspirarte en el de la presentación.
- Realiza, colorea y rotula un esquema de un templo egipcio, con el nombre de de sus distintas dependencias y elementos. Puedes copiarlo del libro o de la presentación, y también (si lo prefieres) imprimir y completar este modelo.
- Define los tres tipos de tumbas egipcias.
- Descarga este breve cómic (son cuatro páginas), y a partir de él narra detalladamente el descubrimiento de la tumba de Tutankamón.
- Define los tres tipos de escritura egipcia. Transcribe con jeroglíficos lo mejor que puedas tu nombre y apellidos.
- Redacta un breve texto en el que señales los aspectos por los que destacaron e influyeron en los tiempos posteriores las tres culturas antiguas de fenicios, israelitas y persas.
- Mapa del Imperio Persa. Recorta, pega y colorea.
Un Instituto de la antigua Mesopotamia
Los dos textos siguientes tienen unos cinco mil años de antigüedad, y constituyen los más antiguos testimonios de la dura vida (o no tanto) del estudiante. Los he tomado del libro de Kramer La historia comienza en Sumer, que encontrarás en bibliotecas y librerías.
EL BUEN (Y PELOTA) ESTUDIANTE
―Alumno: ¿dónde has ido desde tu más tierna infancia?
―He ido a la escuela.
―¿Qué has hecho en la escuela?
―He recitado mi tablilla, he desayunado, he preparado mi nueva tablilla, la he llenado de escritura, la he terminado; después me han indicado mi recitación y, por la tarde, me han indicado mi ejercicio de escritura. Al terminar la clase he ido a mi casa, he entrado en ella y me he encontrado con mi padre que estaba sentado. He hablado a mi padre de mi ejercicio de escritura, después le he recitado mi tablilla, y mi padre ha quedado muy contento... Cuando me he despertado, al día siguiente, por la mañana, muy temprano, me he vuelto hacia mi madre y le he dicho: “Dame mi desayuno, que tengo que ir a la escuela.” Mi madre me ha dado dos panecillos y yo me he puesto en camino; mi madre me ha dado dos panecillos y yo me he ido a la escuela. En la escuela, el vigilante de turno me ha dicho: “¿Por qué has llegado tarde?” Asustado y con el corazón palpitante, he ido al encuentro de mi maestro y le he hecho una respetuosa reverencia.
[Pero, a pesar de la reverencia, no parece que este día haya sido propicio al desdichado alumno. Tuvo que aguantar el látigo varias veces, castigado por uno de sus maestros por haberse levantado en la clase, castigado por otro por haber charlado o por haber salido indebidamente por la puerta grande. Peor todavía, puesto que el profesor le dijo:]
―Tu escritura no es satisfactoria.
[Aquello fue demasiado para el muchacho. En consecuencia, insinuó a su padre que tal vez fuera una buena idea invitar al maestro a la casa y suavizarlo con algunos regalos, cosa que constituye, con toda seguridad, el primer ejemplo de pelotilla de que se haya hecho mención en toda la historia escolar.]
A lo que dijo el alumno, su padre prestó atención. Hicieron venir al maestro de escuela y, cuando hubo entrado en la casa, le hicieron sentar en el sitio de honor. El alumno le sirvió y le rodeó de atenciones, y de todo cuanto había aprendido en el arte de escribir sobre tabletas hizo ostentación ante su padre.
[El padre, entonces, ofreció vino al maestro y le agasajó,] le vistió con un traje nuevo, le ofreció un obsequio y le colocó un anillo en el dedo.
[Conquistado por esta generosidad, el maestro reconforta al aspirante a escriba en términos poéticos, de los que ahí van algunos ejemplos:]
―Muchacho: Puesto que no has desdeñado mi palabra, ni la has echado en olvido, te deseo que puedas alcanzar el pináculo del arte de escriba y que puedas alcanzarlo plenamente... Que puedas ser el guía de tus hermanos y el jefe de tus amigos; que puedas conseguir el más alto rango entre los escolares... Has cumplido bien con tus tareas escolares, y hete aquí que te has transformado en un hombre de saber.
EL MAL ESTUDIANTE
—¿Adónde has ido?
—A ninguna parte.
—Si es verdad que no has ido a ninguna parte, ¿por qué te quedas aquí como un golfo sin hacer nada? Anda, vete a la escuela, preséntate al «padre de la escuela», recita tu lección; abre tu mochila, graba tu tablilla y deja que tu «hermano mayor» caligrafíe tu tablilla nueva. Cuando hayas terminado tu tarea y se la hayas enseñado a tu vigilante, vuelve acá, sin rezagarte por la calle. ¿Has entendido bien lo que te he dicho?
—Sí. Si quieres te lo repetiré.
—Pues ya puedes repetírmelo.
—Te lo voy a repetir.
—Di
—Ya te lo diré.
—Pues dilo ya.
—Tú me has dicho que fuera a la escuela, que recitase mi lección, que abriese la mochila y que grabase mi tablilla mientras mi «hermano mayor» me grababa otra. Que cuando hubiese terminado mi tarea volviese para acá después de haberme presentado al vigilante. He aquí lo que tú me has dicho.
—Sé hombre, caramba. No pierdas el tiempo en el jardín público ni vagabundees por las calles. Cuando vayas por la calle no mires a tu alrededor. Sé sumiso y da muestras a tu profesor de que le temes. Si le das muestras de estar aterrorizado estará contento de ti. [Siguen unas 15 líneas destruidas.] ¿Crees que llegarás al éxito, tú que te arrastras por los jardines públicos? Piensa en las generaciones de antaño, frecuenta la escuela y sacarás un gran provecho. Piensa en las generaciones de antaño, hijo mío, infórmate de ellas. […] He interrogado a mis parientes y amigos, he comparado los individuos, pero no he hallado a ninguno que sea como tú. Lo que voy a decirte transforma al loco en sabio, paraliza la serpiente a modo de hechizo y te evitará que des fe a las palabras falsas.
»Puesto que mi corazón ha quedado henchido de lasitud por culpa tuya, yo me he apartado de ti y no me he precavido contra tus temores y tus murmuraciones. A causa de tus clamores, sí, a causa de tus clamores, he montado en cólera contra ti, sí, he montado en cólera contra ti. Como tú no quieres poner a prueba tus cualidades de hombre, mi corazón ha sido transportado como por un viento furioso. Tus recriminaciones me han dejado acabado; tú me has conducido al umbral de la muerte. En mi vida no te he ordenado que llevaras cañas al juncal. En toda tu vida no has tocado siquiera las brazadas de juncos que los adolescentes y los niños transportan. Jamás te he dicho: «Sigue mis caravanas.» Nunca te he hecho trabajar ni arar mi campo. Nunca te he constreñido a realizar trabajos manuales. Jamás te he dicho: «Ve a trabajar para mantenerme.» Otros muchachos como tú mantienen a sus padres con su trabajo. Si tú hablases a tus camaradas y les hicieses caso, les imitarías. Ellos rinden 10 gur de cebada cada uno; hasta los pequeños proporcionan 10 gur cada uno a su padre. Multiplican la cebada para su padre, le abastecen de cebada, de aceite y de lana. No obstante, tú sólo eres un hombre cuando quieres llevar la contra, pero comparado con ellos no tienes nada de hombre. Evidentemente, tú no trabajas como ellos...; ellos son hijos de padres que hacen trabajar a sus hijos, pero yo... no te hice trabajar como ellos.
»Obstinado contra quien estoy encolerizado... ¿qué hombre hay que pueda estar encolerizado contra su propio hijo?... He hablado con mis parientes y amigos y he descubierto algo que hasta ahora no había notado. Que las palabras que voy a pronunciar despierten tu temor y tu vigilancia. De tu condiscípulo, de tu compañero de trabajo... tú no haces el menor caso; ¿por qué no lo tomas como ejemplo? Toma ejemplo de tu hermano mayor. De todos los oficios humanos que existen en la tierra y cuyos nombres ha nombrado Enlil, no hay ninguna profesión más difícil que el arte del escriba. Ya que si no existiese la canción [la poesía]..., parecida a la orilla del mar, a la orilla de los lejanos canales, corazón de la canción lejana... tú no prestarías oídos a mis consejos y yo no te repetiría la sabiduría de mi padre. Conforme a las prescripciones de Enlil el hijo debe suceder a su padre en su oficio. Y yo, noche y día, me estoy torturando a causa de ti. Noche y día tú derrochas el tiempo en placeres. Tú has amontonado grandes riquezas, te has extendido lejos, te has vuelto gordo, grande, ancho, poderoso y orgulloso. Pero los tuyos esperan a que la adversidad te coja por su cuenta y entonces se alegrarán porque tú te olvidas de cultivar las cualidades humanas...
Una escuela sumeria |